Escrito en Reforma el Jueves 25 de Enero del 2007
Autor: Dr. Enrique Canales
Felicito a Felipe Calderón por su brava decisión de extraditar a Estados Unidos a un grupo de peligrosos narcos para que sean juzgados y muy probablemente sentenciados a muchos años en prisiones más protegidas. Los gringos, por viciosos, han hecho muy poderosos a estos narcos, por lo tanto, que ellos mismos se encarguen de enjuiciarlos, encerrarlos y cuidarlos, lo cual les va a costar muy caro.
El Estado mexicano cumple y sigue con la responsabilidad de mantener a estos criminales alejados de la sociedad mexicana. Este acto no demuestra nuestra debilidad, ya que nuestra debilidad estaba detectada y demostrada desde mucho antes. Este acto es congruente con nuestra debilidad como carceleros. Al Congreso le toca recoger el paliacate arrojado y modificar las leyes obsoletas a las que se refirió Felipe. ¿Tenemos claro cuáles son las leyes obsoletas y cómo las vamos a modificar? ¿Ya nos pusimos de acuerdo?
Muchos piensan que el Estado es un ente que tiene personalidad de rey humanoide y por eso se utiliza la metáfora de considerar al Estado como un gran protector, quien puede hacerse cargo de todo lo que le indica la Constitución: educación, salud, vivienda, justicia, seguridad, igualdad, combate a la pobreza, e inclusive, el Estado debe tener capacidad de encerrar a presos de máxima agresividad.
Pero no seamos ilusos, el Estado tiene el tamaño de los recursos y de las capacidades de las personas que realizan las funciones del Estado. La cara visible y tangible del Estado es el burócrata en la ventanilla atendiendo una queja, es el policía federal que nos detiene en la carretera, es el guardia de una prisión, es el profesor de primaria, es el inspector de obras, es también la Profeco que se deja vacilar por las gasolineras y se vuelve cómplice del fraude masivo.
Es claro que el Estado mexicano debería tener el poder de encarcelar evitando nuestros vicios carcelarios; privilegios, corrupciones, venta de droga y alcohol, trata de blancas y morenas, facilidades para seguir llevando a cabo los negocios de droga, secuestros, asesinatos y demás. Pero 76 años de corrupción generalizada no se limpian en dos o tres sexenios.
Las funciones de nuestro Estado están afectadas por la fuerza de muchos líderes sindicales que trabajan, pero que a veces también medran restando libertad a los gobiernos electos; digo, libertad de realizar dichas funciones como podrían y sabrían hacerlo. Por eso, nuestro Estado no pudo ser industrial como lo quería esa izquierda nacionalista encabezada por Echeverría, ni ha podido ser buen petrolero ni tampoco educador competitivo, menos ha podido ser buen carcelero.
De hecho Estados Unidos, al comprender que su propia burocracia le impedía llevar a nivel de excelencia la función de encarcelar, ha venido contratando el trabajo de diseñar y construir cárceles y además mantener en prisión a sus criminales. Ahora existen allá varias empresas privadas que concursan el servicio de encarcelar, bajo especificaciones bien duras y muy vigiladas. No se privatiza el Estado ni se privatizan los gobiernos; se contrata la tarea material y administrativa de llevar a cabo la función de encarcelar.
Contratando en concursos abiertos y aprendiendo a vigilar a los contratistas, el Estado no se quita ninguna responsabilidad; cumple mejor su función al aprender a contratar el servicio de mantener las cárceles bien controladas. Es más, esto aumenta la productividad y competitividad porque se aplica el principio de subsidiariedad.
Pero si en Estados Unidos existen compañías que ya saben diseñar cárceles, administrar prisiones y cuidar presos, ¿por qué no contratamos a varias de esas empresas para que nos coticen en concursos abiertos y que los ganadores nos modernicen y nos cuiden dos o tres cárceles federales del país? Así nosotros aprenderemos y de seguro mejoraremos lo que los gringos saben de encarcelar bien.
Me dirán que es inmoral lucrar por mantener encarcelados a unos criminales y que la iniciativa privada nacional o extranjera no debe meterse a ese negocio. ¿Por qué no?
Primero, lucrar no es malo; al contrario, demuestra que se ha dado un mejor servicio a costo más bajo; por lo tanto, lucrar en un país abierto y transparente es la demostración de la capacidad de servir en forma competitiva. Segundo, el trabajo de cuidar, alimentar y hospedar a presos, es un trabajo profesional con riesgos como hay muchos trabajos. Tercero, el Estado sigue siendo responsable de encarcelar, pero ahora sabe cómo hacerlo mejor.